* Autora: Encarna García-Ludeña *
Si en mi anterior artículo os conté mi experiencia con la Asociación APSA, en este quiero relataros la visita a la Asociación Proyecto Hombre en Guadalajara, con la que colabora la Fundación Iberdrola. En este caso, habíamos decidido apoyar un programa de tratamiento integral para atender a personas con una fuerte dependencia del alcohol.
¿Y qué es Proyecto Hombre? Como ellos mismos dicen, es el esfuerzo de muchas personas, profesionales, terapeutas, familiares y voluntarios, todos unidos con el fin de acompañar y ayudar a las personas en proceso de rehabilitación y reinserción social.
Cuando llegué a la asociación vinieron a recibirme tres personas, entre las que se encontraba Modesto Salgado, secretario representante de la Fundación, junto con otras dos personas que muy amablemente se presentaron como residentes en tratamiento en fase de reinserción. Lo primero que me llamó la atención fue la naturalidad con la que se presentaron, abordando la existencia de un problema de alcoholismo y su internamiento en la residencia.
La verdad es que, como cualquier tipo de dependencia, el alcoholismo es una enfermedad crónica y grave. La aceptación del problema por su parte es el primer paso que les permite instaurar rápidamente un tratamiento.
Tras presentarnos, me llevaron a conocer la residencia donde realizan diariamente cada una de las actividades terapéuticas, educativas, médico-sanitarias, formativas y de orientación e inserción laboral. Mientras recorríamos las instalaciones, cada uno de ellos me relataba sus comienzos, la aceptación del problema, su sufrimiento en silencio, las consecuencias socio-familiares…Una de estas personas me decía que, en muchas ocasiones, el enfermo alcohólico considera que los demás exageran cuando la familia le plantea que tiene una enfermedad y que es habitual en ellos negar el tema y ocultarlo por vergüenza.
Al preguntarles por el lugar que ocupaba la familia, comentaban que “son los primeros en sufrir las consecuencias del alcoholismo de uno de sus miembros y que ellos también necesitan una recuperación”. Sin embargo, el miedo al abandono familiar o la amenaza real de ruptura es el motivo que normalmente empuja al enfermo a buscar ayuda para abandonar el consumo.
Describiéndome su día a día en la residencia, me contaron las dos fases diferenciadas y en qué consistía la rehabilitación. Por un lado, está la Fase de comunidad terapéutica, la cual se desarrolla en régimen residencial y es incompatible con la actividad laboral. Tiene una duración aproximada de ocho meses y se mantiene contacto con la familia a través de salidas programadas de fin de semana.
Por otro lado, está la Fase de reinserción, un programa socio-laboral que dura nueve meses en los que el paciente deja de vivir en el centro y se reincorpora a una vida normalizada, trabajando de forma grupal o individualizada. Si cumplen con los objetivos propuestos, obtienen el alta terapéutica.
Tras mi visita y su agradecimiento a la Fundación Iberdrola, tanto por parte de los internos como de la Fundación Proyecto Hombre, le pedí a uno de ellos que me relatara las experiencias y vivencias importantes de su historia. Os la dejo aquí, ya que considero que la lectura de este relato puede resultar de utilidad en las tareas de rehabilitación del enfermo alcohólico y apoyo a los familiares, así como mostrar la importancia del trabajo que desarrollan las asociaciones, los centros de salud mental y otros centros sanitarios.
“No importa el nombre ni la edad; igual puedo ser joven o mayor, qué más da. El hecho es que soy drogodependiente.
No veía cómo la vida se estaba destrozando con el paso del tiempo, pero mi mujer, mi hija y mi familia, sí.
No pensaba, no asumía mis problemas, me escondía y encontraba en las drogas (drogas duras, alcohol,…, ¡qué más da!) la manera de huir.
Hasta que mi mujer me dijo que no me podía soportar más, que yo había cambiado, que era distinto a la persona que conoció y que, por su hija, no iba a permitir que esto continuase. Entonces me propusieron tomar una decisión y, por primera vez en mucho tiempo, DECIDÍ.
Ingresé en Proyecto Hombre, donde me enseñaron que existe un camino al margen de las drogas y que se puede realizar.
Con el paso del tiempo y la ayuda de todo el equipo terapéutico y compañeros con los que estoy compartiendo el día a día de nuestra nueva vida, me doy cuenta que puedo volver a ser yo, el padre, marido, hijo y hermano que había dejado de ser. Para mí, ver de nuevo la sonrisa de mi hija en la cara supone que mi esfuerzo vale la pena.
Gracias a Proyecto Hombre por toda la ayuda que me están dando y que pueda dar a otras personas que como yo lleguen a este extremo. Mi terapeuta nos aconsejó elegir una frase al empezar el día. Yo digo: ‘Eres un buen padre’”.