Tres o cuatro grados más en el termómetro no parecen gran cosa, pero es una de las consecuencias más graves del cambio climático. Olas de calor y frío, inundaciones extremas, más contaminación, aumento de las enfermedades respiratorias, deshielo de los polos, incremento de los refugiados climáticos, desaparición de los corales y un largo etcétera de efectos indeseables que afectan ya a la Tierra.
El aumento de temperaturas es imparable, pero podemos moderar su crecimiento tomando medidas inmediatas. El consumo cada vez mayor de energía en todo el mundo provoca más emisiones contaminantes a la atmósfera, principales culpables del cambio climático. ¿Qué hacer? La respuesta es clara: producir electricidad con tecnologías limpias.
Si queremos que las generaciones futuras puedan vivir en este planeta, debemos cambiar las energías sucias, como el carbón o el petróleo, por otras limpias, como las renovables. Y tomar medidas contra las empresas que no hagan sus deberes, siguiendo el principio de ‘quien contamina, paga’.
Todo esto está muy bien, pero ¿qué hace Iberdrola? Pues continuar invirtiendo en renovables y seguir siendo una de las eléctricas con menores emisiones del mundo. No obstante, no nos conformamos: sabemos que queda mucho por hacer y que aún no es suficiente, pero no abandonaremos nuestro compromiso medioambiental. Tal y como dice nuestro presidente, Ignacio Galán, es compatible tener beneficios empresariales, crear empleo y contribuir al desarrollo social mientras luchamos contra el cambio climático. Una batalla de todos, una oportunidad para Europa. Y una necesidad para dejar un mundo mejor a nuestros hij@s.