La energía vuelve a ocupar una posición prioritaria en la agenda política internacional, poniendo de relieve su centralidad como factor estratégico clave y anticipando, en muchas de sus manifestaciones, un escenario de acelerada y profunda transformación. Sirva un rápido y necesariamente incompleto repaso, por evidentes razones de espacio, de algunas de las cuestiones que en el último año han motivado debates de gobiernos e instituciones, acuerdos internacionales, portadas y páginas de análisis de los medios de comunicación para mostrar la magnitud y complejidad de los retos energéticos y sus repercusiones a escala global.
Aspectos como la ‘revolución energética’ estadounidense y sus implicaciones geopolíticas, derivada del aprovechamiento de la tecnología de fractura y el acceso a enormes recursos de petróleo y gas de esquisto; la relevante reforma del sector de la energía mexicano; la alianza energética entre Rusia y China o la decisión del gigante asiático de triplicar en seis años su producción eléctrica de origen nuclear para cumplir con los compromisos de reducción de emisiones, conviven y se interrelacionan con otros como el desplome de los precios del crudo, la pérdida de competitividad de la industria europea por el encarecimiento de los costes energéticos frente a países como Estados Unidos; la insuficiencia de las interconexiones de las redes eléctricas y gasistas europeas, así como la diversidad de políticas fiscales en su seno, imprescindibles para la construcción del Mercado Interior de la Energía, o la posibilidad (y necesidad imperiosa) de alcanzar un compromiso internacional vinculante para la reducción de gases de efecto invernadero en la cumbre climática que se celebrará en París en diciembre de este año.
Estos y otros desafíos del panorama energético internacional y la búsqueda de soluciones para garantizar un suministro seguro, sostenible y competitivo serán analizados y debatidos este mes de enero en la nueva edición del Foro Económico Mundial de Davos, cuyos contenidos y los de mi intervención abordaré en un próximo post en este blog.
El Grupo Iberdrola está preparado para afrontar en unas condiciones óptimas los retos energéticos globales y ser uno de los impulsores y protagonistas del cambio del modelo energético. Y la mejor manera de hacerlo es asegurando el cumplimiento de los objetivos que nos hemos trazado para este trienio, en el que invertiremos 11.500 millones de euros brutos, y seguir avanzando en el desarrollo de nuestros principales proyectos tal y como ya hemos hecho en 2014 en nuestros mercados de referencia.
En efecto, la puesta en marcha de West of Duddon Sands, nuestro primer parque eólico marino, en el mar de Irlanda, junto a los nuevos parques terrestres que construiremos en Estados Unidos, Reino Unido, México y Brasil; la línea eléctrica de interconexión entre Estados Unidos y Canadá y la instalación del cable submarino que conectará Escocia, Gales e Inglaterra; la implantación de las redes inteligentes en España; los relevantes proyectos en México para construir y ampliar centrales de ciclo combinado y aprovechar las oportunidades de la citada reforma energética, y la instalación de nueva potencia hidroeléctrica en Brasil, demuestran la capacidad de Iberdrola para contribuir al desarrollo energético, económico y social de los países en los que está presente con las instalaciones y tecnologías más innovadoras, vanguardistas y sostenibles.
Pero además de nuestra fortaleza financiera, de la calidad de nuestros activos, del potencial tecnológico y de la excelencia de nuestro equipo de profesionales, que se expresan en proyectos como los mencionados, contamos con una herramienta que considero imprescindible para afrontar con garantías de éxito los retos energéticos globales: un modelo de negocio basado en la visión a largo plazo, la ética, la transparencia y la integración de personas y culturas.
Estos principios constituyen la esencia de nuestro compromiso con la responsabilidad social corporativa y la sostenibilidad en beneficio de nuestros accionistas, empleados, clientes, proveedores y la sociedad en su conjunto, cuyos intereses y necesidades aspiramos a satisfacer equilibradamente.
Una apuesta inequívoca y permanente que ha consolidado la presencia del Grupo Iberdrola en los índices de sostenibilidad y reputación internacionales más exigentes y relevantes, y le ha hecho merecedor de prestigiosos reconocimientos. Uno de los más recientes, el premio Capitalismo Responsable, tuve el honor de recogerlo de manos del presidente de la Cámara de los Comunes y exministro de Asuntos Exteriores de Reino Unido, William Hague, el pasado mes de diciembre.