* Autora: Renata Ferreira Chagas*
Muy pronto iniciaremos la tercera edición de Sao Paulo 2.0 y me siento honrada de participar, una vez más, en la coordinación y ejecución de este proyecto. Para quienes no lo conozcan, se trata de un programa de voluntariado corporativo en el que 20 empleados de Iberdrola de varios países ofrecen tres semanas de sus vacaciones de verano para enseñar informática a jóvenes con pocos recursos en el país.
Siempre digo que, aunque no trabajase en el área de comunicación de Iberdrola (porque por ello es mi “obligación” abordar este proyecto en Brasil), participaría todos los años como voluntaria, al igual que lo hacen mis compañeros de España, Reino Unido y Estados Unidos. Cambiaría mis vacaciones por tres semanas en otro país para donar mi tiempo. Nada me motiva más que trabajar con las personas y para las personas. Y cuando estas son adolescentes de entre 14 y 16 años con pocos recursos, sin apenas oportunidades en la vida, me siento aún más animada para hacerlo
Tener la oportunidad de llevar un poco más de conocimiento a estos muchachos y convivir con ellos durante dos años supone un aprendizaje increíble. Porque siempre pensamos que son ellos los que están aprendiendo, mientras que en el fondo quienes lo estamos haciendo somos nosotros, los voluntarios. Aprendemos a mirar al prójimo, a tener compasión, a trabajar sin obtener nada a cambio más que sonrisas y abrazos. El mes pasado me invitaron a participar en la ceremonia de graduación del primer grupo de jóvenes del curso de informática que iniciaron sus estudios en 2012 y ahora ya tienen un diploma en sus manos. Escuché historias de adolescentes que a lo largo de este periodo han conseguido su primer empleo. Escuché a madres de alumnos darnos las gracias por ofrecer a sus hijos la oportunidad de mejorar sus estudios y apartarlos de las calles durante su tiempo libre. Vi a niños interesarse por la geografía y por aprender otros idiomas porque han convivido durante tres semanas con personas de otros países que les han abierto los ojos a un mundo que ahora pueden conocer.
También pasamos momentos difíciles y fuimos testigos de cómo algunos de nuestros muchachos abandonaron el curso por diferentes motivos, como la pérdida de un pariente responsable del sustento de la unidad familiar o para cuidar de hermanos menores puesto que sus padres se vieron obligados a trabajar todo el día. A pesar de esto, cada vez que entraba en el aula y veía a 30 jóvenes sentados frente a sus ordenadores, con los ojos clavados en la pantalla y los dedos tecleando lentamente las letras, una a una, descubriendo un universo de posibilidades, me llenaba de esperanza por esos adolescentes y tenía la certeza de estar avanzando por la senda correcta.
Mi país padece muchos problemas, soy consciente de todas las dificultades a las que nos enfrentamos, por eso creo firmemente que el mayor cambio vendrá de las personas y que estamos poniendo nuestro granito de arena para construir un futuro mejor a través de la educación.
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Me siento muy orgullosa de mi trabajo y soy feliz de poder formar parte de una empresa que comparte mis mismos valores. Este proyecto representa otro ejemplo más de ello. Humanizar las relaciones, preocuparnos por el futuro del planeta y de las personas, compartir conocimientos, aprender constantemente e intercambiar experiencias son valores que me llevo conmigo.
