Esta es la historia de Ana Abarca Moreno, perteneciente a una familia «eléctrica» de tres generaciones: es hija de la primera, protagonista y esposa en la segunda, y madre de la tercera. En total, seis han sido los miembros de la familia que han dedicado su vida a esta empresa. Una familia que, desde que el primero de ellos ingresó en 1903 hasta el último, aún en activo, habrá dedicado más de 100 años de servicio a este proyecto empresarial. Ninguno de ellos necesitó nunca salir de la provincia de Valencia para desarrollar su trabajo, pues lo que empezó siendo una eléctrica local fue desarrollándose hasta convertirse en la actual Iberdrola.
El padre, Manuel Abarca Císcar, ingresó en 1903, con 20 años, en la entonces llamada Sociedad Valenciana de Electricidad. Pasados unos años, se casó y se trasladaron a la Central Hidráulica “LA PEA” de Villamarchante. Allí convivieron más de diez años con otras cinco familias, en un ambiente sano y familiar en el que vino al mundo nuestra protagonista, en 1916. Pasó una infancia alegre jugando en la calle con los hijos de las otras familias; y como allí no había escuela, fue su misma madre quien le enseñó a leer y escribir. Sin embargo, y para que sus hijas pudieran ir a la escuela, Manuel se trasladó a Valencia. Era 1923 y Ana tenía 8 años.
Tras varios años en el colegio, Ana quiso estudiar una carrera. La economía familiar no lo permitía, pero recibió una formación global (francés, taquigrafía, ortografía, gramática, matemáticas, contabilidad…), así que, cuando surgió la oportunidad, su padre le animó a que se presentara a los exámenes de ingreso de la empresa donde él trabajaba, y los superó.
En 1933, con 16 años, Ana ingresó en la compañía de Luz y Fuerza de Levante, S.A. (LUTE). Fue destinada a Secretaría y desde el principio le fue asignada la gestión del archivo. Ana se casó en 1937 con Carlos Clausí Lázaro, quien a los pocos días de la boda fue reclutado para luchar en la Guerra Civil. El respeto y la comprensión de su jefe ante la situación permitió que, cuando su marido tenía un permiso, ella pudiera acompañarlo y disfrutar de un tiempo juntos; y fue en ese tiempo cuando su primer hijo, Carlos, vino al mundo (1938). Pocos años después, su marido también se incorporó a LUTE, en 1942. Pasados los momentos difíciles, Ana quedó embarazada por segunda vez. En 1944 nació Manolo. Ana María llegó catorce años más tarde. Aquel año, 1958, la empresa pasó a ser Hidroeléctrica Española, S.A. Ana siguió como responsable del archivo, función que mantuvo hasta su jubilación. Además, era la única persona autorizada a pasar correspondencia a la «firma» del director.
En el trabajo ella siempre se sintió reconocida y valorada: «todos los recuerdos que tengo son buenos, gracias a la atención y cariño que siempre me mostraron», comentaba. Ana Abarca se jubiló en 1981 después de casi medio siglo de dedicación a su trabajo. Y de esta buena armonía nació el grupo de jubilados denominado “Frente de juventudes de Alta y Baja tensión”, con reunión mensual (acta incluida), que les permitió continuar su amistad hasta el final.
Sin duda, supo transmitir su amor por la empresa a sus tres hijos, quienes sucesivamente fueron incorporándose a ella: Carlos, en 1960, como oficial. Manolo, en 1969, como ayudante de jefe de distrito. Ana en 1984, siempre en el área comercial.
En su 95 cumpleaños le escribí: «nuestra amistad comenzó la tarde en que preparamos la historia que participaría en el concurso ‘Deja tu huella’ por el primer centenario de nuestra empresa. Esa tarde de otoño del año 2003, aprendí que la empresa no es la corporación, sino las personas que forman parte de ella. Me transmitiste, como conclusión de tus 50 años de servicio, dos de tus valores: la humildad y la gratitud».