Este mes de marzo de 2013 ha sido el más lluvioso desde que existen registros históricos (aproximadamente desde el año 1947, según la Agencia Española de Meteorología, Aemet). Nos hemos podido dar cuenta por la cantidad de días que hemos tenido que salir a la calle con paraguas, pero también por haber visto imágenes de vertidos y de embalses llenos en los telediarios. Y es que los embalses cumplen unas funciones decisivas en los ecosistemas, aunque pocas veces se conocen.
Iberdrola, principal operador hidroeléctrico de España, ha contribuido significativamente a mitigar los daños de las lluvias caídas, ya que gestiona 8.232 megavatios en cuatro cuencas, lo que supone explotar 73 centrales, 69 presas y 119 azudes, con una capacidad máxima de 11.500 Hm3.
Precisamente por esto, por el gran valor de los ‘servicios ocultos’ de los embalses, quería hablaros del proyecto Biovalora. Se trata de una iniciativa del IHOBE que surgió hace un año y en la que Iberdrola ha colaborado todo este tiempo, con el objetivo de establecer una metodología que permita realizar una valoración económica de esos servicios.
El proyecto se ha realizado en la cuenca del Tera (Zamora), en concreto en las centrales de Cernadilla (30 MW y 255 Hm3 de capacidad de embalse), Valparaíso (68 MW y 162 Hm3) y Agavanzal (24 MW y 34 Hm3). Se seleccionaron estas instalaciones por reunir un número representativo de los servicios ecosistémicos que se querían valorar, tales como el suministro de agua para prevención de incendios, el riego y el consumo humano, la laminación de avenidas, el turismo recreativo, la depuración de aguas, etcétera. Para aumentar la fiabilidad de los resultados, se intentó abarcar el mayor período de tiempo posible, que por disponibilidad de datos finalmente ha sido el de los últimos 10 años.
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La verdad es que el primer sorprendido de los resultados del proyecto he sido yo mismo, ya que no era consciente ni de todos los efectos de los embalses ni de su nivel de importancia. Por ejemplo, me llamó la atención que casi más relevante que la valoración económica resultan algunas consideraciones cualitativas que se han obtenido del estudio, como la importancia del suministro del agua para riegos. Éste es uno de los grandes servicios de los embalses porque permite el desarrollo de zonas de regadío que no serían posibles en condiciones naturales y que, a su vez, han posibilitado el desarrollo económico de una comarca que, de haber mantenido únicamente la agricultura de secano, habría sufrido un declive económico y poblacional muy importante.
Otra de las grandes funciones destacables es la del suministro de agua para la prevención de incendios. Gracias al proyecto Biovalora se ha podido cuantificar en 590 hectáreas la superficie salvada de incendios cada año mediante las descargas efectuadas por hidroaviones con agua tomada de los embalses, cubriendo la zona de Zamora y parte de León y Salamanca.
La mitigación de avenidas es una de las funciones principales de los embalses, yo diría que además es la más conocida por el público en general, y consiste en laminar el caudal de las lluvias torrenciales de forma que se almacena gran parte del mismo y, por ello, se reduce el impacto de este exceso de agua. El estudio realizado permite valorar esta capacidad de laminación de avenidas para el sistema Tera en un 50% y en un 31% el impacto que se mitiga de las que se dan. Es decir que los embalses analizados reducen a la mitad el número de avenidas que se producirían en condiciones naturales en la zona y, de las que no se pueden evitar, permiten disminuir en un tercio el valor de los daños económicos que producen.
Aunque estos datos no son extrapolables para el resto de las cuencas existentes, cada sistema de embalses da servicios diferentes y en distinta proporción, creo que los resultados obtenidos sí que sirven para ilustrar la importancia de estos servicios, que a veces son ocultos pero que resultan fundamentales para los ecosistemas en los que están situados.
A nivel personal, el proyecto Biovalora me ha servido para descubrir la verdadera magnitud de los activos y del trabajo que realizamos en la Dirección de Generación Hidráulica y me ha ayudado a conocer más en profundidad una zona, la cuenca del Tera, que os animo a todos a visitar. La Sierra de la Culebra y Puebla de Sanabria son dos ejemplos de estos parajes increíbles, con una gran riqueza natural y cultural.
Por último, quiero agradecer a todas las personas que han participado en el proyecto, cuya experiencia y generosidad han permitido concluir con éxito el programa Biovalora, en especial al personal responsable de la cuenca del Duero, al equipo de Medio Ambiente de Iberdrola y, por supuesto, a la gente del IHOBE, los promotores de la iniciativa.