* Autor: José Luis Solano Martínez *
A las 18:47 horas del 11 de mayo de 2011, se registraba un terremoto de magnitud 5,1 grados en la escala de Richter, que había sido precedido de un movimiento sísmico de 4,5 grados, y cuyo epicentro se localizó a cuatro kilómetros del casco urbano de Lorca, la tercera ciudad más importante de la Región de Murcia, y se dejó sentir en toda la Región e incluso en provincias vecinas como Almería y Albacete.
12 de mayo, el día después…
Son las seis de la mañana cuando llego a la subestación eléctrica de La Viña, en Lorca, donde me encuentro a los compañeros de la Unidad de Subestaciones de Iberdrola, que han estado trabajando toda la noche en la reparación de dos transformadores afectados por el terremoto.
Ha sido una noche muy larga en la ciudad y más de 40.000 vecinos la han pasado en la calle: unos porque su vivienda literalmente ya no existía, otros porque las suyas estaban seriamente dañadas y, la mayoría, por temor a nuevas réplicas.
Pese a todo, la red de distribución respondió perfectamente y la media tensión también resistió el envite de la fuerza de la tierra, gracias a las labores de conservación y mantenimiento y a la construcción de la nueva subestación de Lorca -S.T Hípica-, así como al desarrollo de la red en todos los niveles de tensión en la zona.
A las seis y media de la mañana montamos una mesa en la zona menos afectada de las oficinas. Hay que seguir, aunque la situación es complicada y los compañeros llevan en sus rostros las marcas de no haber dormido. La mayoría abandonó sus casas tras el primer seísmo y no han vuelto; todas están afectadas en mayor o menor medida.
Es hora de ver cómo tenemos las instalaciones. No hemos registrado incidencias durante la noche. Se incorpora todo el personal de Lorca, repartimos zonas y asignamos parejas con compañeros de Nuevos Suministros y Mantenimiento. Hoy, todos somos uno. Hay que recorrer más de 230 centros de transformación andando: los escombros en las calles y la amenaza de desprendimiento no permiten circular con vehículos. Antes de salir, hablamos de los riesgos que se pueden presentar porque la calle está llena de peligros.
Son las ocho de la mañana y empiezan a llegar datos del estado de centros de transformación y redes: no son alentadores. Continúa moviéndose la tierra, estos movimientos se reflejan en los rostros y la preocupación aumenta. Las horas pasan lentas, muy lentas. Acometemos primero los trabajos para eliminar riesgos de tendidos peligrosos, puertas caídas y grietas de los centros de transformación.
Son las 17:25. Casi todas las parejas han regresado ya, sin incidencias. Seguimos tomando notas y contestando llamadas. El Ayuntamiento está preocupado por posibles averías. Hay muchas personas deambulando por las calles con bolsas y petates, que se disponen a buscar dónde pasar su segunda noche en la calle.
A las 19:45 ya tenemos muchos datos del estado de la red, tendremos trabajo mucho tiempo para que las instalaciones vuelvan al estado previo al 11 de mayo. Hemos terminado por hoy y nos relajamos un poco, aunque la cabeza sigue ocupada dando vueltas a preguntas para las que no hallamos respuesta.
De vuelta a casa, andando entre escombros, la gente se apresura a sacar las cosas que puede de sus casas. Y, aunque no quieras, piensas que en poco tiempo se puede perder todo lo logrado durante una vida y es entonces cuando te acuerdas de las familias que no sólo han perdido su hogar, sino a sus seres más queridos.
Hoy ha sido un día muy difícil de olvidar.