El 1 de marzo de 2012 es una fecha que nunca voy a olvidar. Como cualquier otro día acudí a mi puesto de trabajo como jefe de Equipo de Turno en Shoreham (cerca de Brighton, Reino Unido), una de nuestras centrales eléctricas de ciclo combinado, donde trabajo desde que entró en funcionamiento en el año 2000.
Empecé mi turno de noche a las 18:30 horas. Todo era bastante rutinario en la preparación de la planta para una reanudación de su funcionamiento después de una interrupción del servicio durante seis días. Trabajábamos cuatro personas en el turno de noche: Richard Neill, Mark James, Dave Burgess y yo. Colin Dobson (jefe de Producción) y Jason Richardson (jefe del Equipo Mecánico) también estaban en la central esperando hasta que se realizase la comprobación del compresor de gas.
Richard, Jason y Mark fueron al edificio donde se encuentra el compresor para realizar las últimas comprobaciones y encender la maquinaria. Yo estaba en la sala de control con Colin, mientras Dave Burgess analizaba el compresor de gas de alta presión en el otro extremo del emplazamiento.
En torno a las 20:30 horas se encendió el compresor de gas. Jason y Mark estaban dentro del edificio preparados para realizar los ajustes. Unos 15 segundos después de encender la maquinaria, ésta se desconectó y las alarmas de incendio empezaron a sonar en el edificio. Mark nos llamó a través de la radio para que desalojáramos inmediatamente las instalaciones, por lo que Colin accionó la alarma de evacuación del emplazamiento y yo activé las válvulas de apagado de emergencia remotas de la central, que se encuentran situadas a varios kilómetros de ésta. En ese momento salimos del edificio.
Al salir, me di cuenta de que la tubería seguiría suministrando gas al edificio del compresor, lo cual podría ser desastroso si la maquinaria tenía una fuga. Entonces cerré la válvula de entrada del emplazamiento. Después, fui a la sala de control y apagué el suministro eléctrico de las válvulas de apagado y ventilación para que pudieran ser accionadas manualmente. Posteriormente, me dirigí al compresor de gas de doble fase situado en el otro extremo del emplazamiento y despresuricé la tubería.
Solo entonces fui al punto de encuentro donde, afortunadamente, ya estaba todo el mundo. El servicio de extinción de incendios llegó y pasamos el resto de la noche proporcionándoles información y ayudándoles hasta que se extinguió el fuego.
Cuando se produce un accidente de verdad, resulta sorprendente la utilidad de la formación y la planificación. Después de la emergencia, el jefe de la central, Gary Murray, nos comentó que era inevitable verse involucrado en un accidente importante en algún momento: “cuando esto ocurre, lo que esperas es que toda la experiencia, conocimiento y formación de tu equipo se pongan de manifiesto, que nadie salga herido y que se controle la situación lo antes posible. La noche del accidente el equipo de Shoreham estuvo a la altura”. Por mi parte, puedo decir que nunca olvidaré esta experiencia.