Ha habido varias ocasiones a lo largo de mi vida en las que, tanto a mí como a muchos otros americanos, nos ha afectado la creciente dependencia del petróleo extranjero, así como las consiguientes consecuencias sobre los precios de la gasolina y su disponibilidad. Primero fue el embargo de petróleo de 1973-1974; después, la crisis energética de 1979. Tras la escalada de los precios de 1990 me dije a mí mismo: tiene que haber una manera mejor…
A principios de los 90, General Motors (GM) se asoció con una empresa de California, Aerospace, para desarrollar un coche impulsado exclusivamente por electricidad. El prototipo del Impact de GM finalmente se produjo como el EV1, pero la confluencia entre la apatía del público, el politiqueo corporativo y las limitaciones reales de almacenamiento de energía condenó esta iniciativa.
En 2008, GM anunció que reavivaría su programa de vehículo impulsado por electricidad con la introducción del Chevrolet Volt (en Europa el Opel Ampera). GM contaba con una tecnología con la que podría construir un coche mixto. Con la inclusión de un generador extra que funciona con gasolina a bordo, el Volt tiene un alcance combinado de 590 kilómetros con la batería a plena capacidad y un depósito lleno de gasolina, similar al de cualquier otro turismo de tamaño medio.
En diciembre de 2010 se puso a la venta por primera vez el Volt, con una tecnología rompedora para el transporte personal. La distribución inicial del coche se limitó a seis ciudades de Estados Unidos y no fue hasta junio de 2011 cuando pudo recibirse en Portland. Yo compré el mío en el concesionario local de Chevrolet el 30 de septiembre.
Sin excepción, el Volt supera cualquier expectativa. Tiene un estilo contemporáneo, máxima comodidad y una conducción parecida a lo que yo imagino que tendría una alfombra mágica. Y para ofrecer algunas estadísticas: he conducido alrededor de 3.520 kilómetros desde que me lo entregaron, 3.135 kilómetros con electricidad y 385 con gasolina, con lo que he consumido unos 780 kilovatios hora de electricidad y unos 30 litros de gasolina. Gasta aproximadamente 0,03€ de electricidad y 0,08€ de gasolina por cada 1,6 kilómetros. Comparen eso con aproximadamente 0,06€ por cada 1,6 km que me cuesta conducir mi Prius del 2004, la referencia de mercado actual en transporte ecológico.
Para mí, el Volt representa mucho más que tener el último artilugio tecnológico. Es mi oportunidad para hacer una declaración política firme: no apoyaré una dependencia del petróleo extranjero cada vez mayor. En los 70 importábamos el 30% de todo el consumo de petróleo de Estados Unidos, una cifra que hoy se eleva al 70%.
Estoy adoptando una decisión de conciencia para cambiar el combustible que uso para el transporte: del petróleo importado a energía renovable producida localmente. Me suscribo a la opción renovable 100% de General Electric Portland, que casualmente compra la energía del parque eólico Klondike II, propiedad de Iberdrola. Es, asimismo, una declaración de apoyo al negocio estadounidense, a los ingenieros, diseñadores y ensambladores de las empresas automovilísticas del país; es mi forma de decir que creo en el compromiso de América para desarrollar nuevas tecnologías.
El hecho de que el coche sea rápido, cómodo y que no pase inadvertido es simplemente la guinda del pastel. Solía pensar que estaba solo en la búsqueda de independencia energética libre de emisiones de CO2, casi como Don Quijote frente a los molinos de viento, por decirlo de algún modo. Pero en menos de un año se han vendido 7.000 Volts y 9.000 Nissan Leafs, superando la demanda temprana a la oferta. ¿Es simplemente una moda pasajera para unos pocos como yo mismo o el comienzo de una mayor diversidad en las opciones de transporte? Solo el tiempo lo dirá.