Cómo llega la energía al hogar: de la central a tu televisor

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* Autora: María Luisa González *

¿Cómo llega la energía a nuestros hogares? Uno se imagina fácilmente de dónde vienen las hortalizas, desde la huerta de Levante hasta los mercados de nuestras ciudades. El tomate que crece en la mata lo recoge la mano del hombre y, previamente colocado en cajas, llega en un camión hasta nuestros pueblos y ciudades.

Sin embargo, esto mismo es difícilmente imaginable cuando se trata de la electricidad, ese bien que no se puede tocar (es más, que no debemos tocar), pero se puede ver y se necesita hoy para vivir, de una forma casi imprescindible.

Imaginemos un salto de agua. En el río Duero, hombres y máquinas consiguen levantar un gran muro que paraliza el agua del río, el agua se va embalsando y ya tenemos el salto construido. Si abrimos las puertas del muro para que el agua pase hacia el otro lado y desaparezca el salto, el cauce volverá a su nivel natural.

Pero no: mantengamos el salto de agua. Abramos un túnel por el que forzaremos el paso del agua. La fuerza del caudal mueve un molino (los técnicos lo llaman turbina) y ese movimiento aplicado a una maquinaria más compleja (generador) produce electricidad.

Ya tenemos fabricada la luz, pero la tenemos en la central de Aldeadávila, provincia de Salamanca. Ahora hay que transportarla hasta cada pueblo, cada ciudad, cada caserío solitario, cada antena de comunicación, cada instalación que ha construido la mano del hombre, que necesita electricidad para vivir.

En la puerta de la central o del molino donde hemos generado la luz, construiremos una zona llena de líneas, transformadores y utensilios que suban la tensión de esa luz para transportarla a través de cientos, miles de kilómetros en grandes líneas, que son soportadas por enormes torres que vemos cerca de las carreteras o a través del monte.

Cuando las grandes líneas se van acercando al pueblo, hay que construir otra zona, otro parque eléctrico, para bajar la tensión de aquella luz, porque nuestros hogares, oficinas, fábricas, consumen electricidad a una tensión baja. Por tanto bajamos la tensión, construimos transformadores, líneas de baja tensión y llevamos la luz hasta su televisor.

Una vez producida la energía y construido el sistema que la genera y la lleva hasta nuestras casas, hay que conservar todos esos kilómetros de líneas -a veces aéreas, otras subterráneas-, los transformadores, los parques eléctricos, las grandes líneas, etc., en ocasiones luchando contra el viento, el agua, la nieve, en situaciones difíciles, con el único objetivo de que nuestros hogares y oficinas dispongan siempre de electricidad, 24 horas al día, 365 días al año.

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Esa tarea de mantenimiento es dificilísima, porque la fuerza de la naturaleza es a veces más poderosa que la mano del hombre. Si una tormenta hace caer, por ejemplo, una torreta llena de cables de alta tensión, nosotros volamos a enviar un equipo que lo repare. Y, mientras, tratamos de que los usuarios puedan disponer de energía por otra vía. Nos obsesiona que, si hay un corte de luz, dure lo menos posible, pero también tenemos que preocuparnos de que todo funcione bien para no provocar más daño a personas ni instalaciones.

Al final, la tecnología y las medidas de seguridad nos permiten conseguir, casi siempre, que el cliente no se quede sin luz cuando hay averías. Pero otras veces no podemos evitarlo. Por todo ello, queremos disculparnos cuando una avería nos obligue a sacrificarnos a todos. No dudéis de que nuestro compromiso será siempre solventar las incidencias en el menor tiempo posible, movilizando todos los medios humanos y materiales a nuestro alcance.

Autora: María Luisa González
Bio: Llevo 34 años trabajando en la misma compañía, toda la vida laboral en el sector eléctrico. Me he dedicado a distintas tareas, entre otras las de Abogado y, posteriormente, como ejecutiva de una parte del negocio de la Distribución Eléctrica. He colaborado durante tres años en Radio Nacional de España, en la tertulia de mujeres del programa de Juan Ramón Lucas «En días como Hoy».