Recientemente, todos los empleados de Iberdrola hemos recibido una encuesta para calcular la huella de carbono provocada por nuestros transportes diarios a las oficinas. Esta iniciativa se enmarca dentro de la realización del inventario de emisiones que la compañía elabora desde el año 2010 bajo la norma ISO 14064.
Este control nos ha permitido mejorar el conocimiento interno de las emisiones de gases de efecto invernadero, identificar oportunidades de ahorro de costes y contar con la información necesaria para marcar las líneas estratégicas en materia de desarrollo sostenible. Cada año, Iberdrola trata de mejorar su huella de carbono incorporando nuevas categorías de emisión. Por ello, acaba de lanzarse la campaña que os he menciona antes para el cálculo de huella de los empleados en su transporte hasta su centro de trabajo.
Existen evidencias considerables de que la mayor parte del calentamiento global ha sido causado por las actividades humanas. El consumo cotidiano de energía, los desplazamientos, los productos que consumimos, cada una de nuestras acciones diarias lleva asociadas unas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que, en conjunto, forman nuestra huella de carbono.
Así, casi todas las acciones que realizamos (movilidad, alimentación, etc) y bienes que poseemos y utilizamos (bienes de consumo, hogar, etc) implican consumir energía, lo que significa contribuir a las emisiones a la atmósfera, con el consecuente impacto directo en el medio ambiente y el cambio climático.
La huella de carbono se define como la totalidad de GEI (medida en toneladas de CO2 equivalente) emitidos a la atmósfera por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto, es decir, emisiones debidas a nuestras actividades cotidianas o a la fabricación y comercialización de un producto. Representa, entonces, una medida para la contribución de las organizaciones a ser entidades socialmente responsables y un elemento más de concienciación para la asunción entre los ciudadanos de prácticas más sostenibles.
El análisis de huella de carbono abarca todas las fases del ciclo de vida de un determinado producto, servicio o actividad (desde la adquisición de las materias primas hasta la gestión de los residuos) y conocerla permite a los consumidores decidir qué mercancías comprar en base a la contaminación generada como resultado de los procesos por los que ha pasado.
En este sentido, en el caso de una organización, corresponde a las emisiones de CO2 de sus operaciones diarias: desde el aprovisionamiento de materias primas hasta la gestión de residuos, para un producto, material o servicio, incluye las emisiones de CO2 asociadas al ciclo de vida de su cadena productiva y en el caso de un individuo, son las emisiones de CO2 correspondientes a sus actividades diarias.
Para el cálculo de una huella de carbono personal se consideran los siguientes aspectos: alojamiento (incluyendo la superficie, el consumo de energía y equipamientos), transporte, alimentación y consumo (equipamiento tecnológico, suministros varios, muebles, ropa, entretenimiento).
Ahora que conocemos la definición de este aspecto, ¿a qué favorece calcular este dato? Pues a varios objetivos como la cuantificación, reducción y neutralización de las emisiones de CO2, la creación de un mercado de productos y servicios con reducida generación de carbono, la identificación de oportunidades de ahorro de costes en las organizaciones y la demostración de los compromisos de la organización con la responsabilidad social a través de sus requisitos en mitigación del cambio climático.
Además, conocer nuestra huella de carbono nos ayudará a buscar soluciones que disminuyan y compensen nuestras emisiones, un importante reto que todos debemos asumir.
Pero, ¿cuáles son las herramientas para reducir emisiones? Son múltiples e incluyen la generación eléctrica a través de fuentes limpias y renovables, como es la energía eólica o marina, además de nuevas tecnologías como la captura y almacenamiento de CO2. También juegan un papel importante la eficiencia energética (programas y nuevas tecnologías que ayudan a ahorrar el consumo en hogares y oficinas) y el desarrollo de coches eléctricos.
A nivel personal, se pueden desarrollar distintas acciones como ajustar el termostato, reducir la basura, lavar la ropa en agua templada, utilizar bombillas de bajo consumo, apostar por el transporte público, utilizar la bicicleta para los desplazamientos cortos o usar el tren para los viajes más largos.
Desde el punto de vista de las empresas eléctricas, éstas pueden influir de manera notable por sus diferentes sistemas de generación de electricidad. Compañías como Iberdrola, que ha apostado fuerte por las energías renovables, han conseguido reducir significativamente sus emisiones. De ese modo, nuestra estrategia nos ha situado entre las grandes empresas energéticas con menores emisiones de CO2 por GWh producido.